El Color del Agua Potable: ¿Solo estética o también salud?
¿Qué significa que el agua tenga "color"?
El color del agua potable es una característica sensorial que forma parte de su aceptabilidad. A menudo se debe a la presencia de sustancias naturales como materia orgánica disuelta, algas, o productos de corrosión, pero también puede ser indicativo de contaminación química o biológica. El color puede clasificarse en:
- Color aparente: visible a simple vista e influido por partículas en suspensión.
- Color verdadero: medido en laboratorio tras eliminar sólidos en suspensión, expresado en unidades de color verdadero (TCU).
¿Por qué puede preocuparnos?
Aunque el color no está directamente relacionado con efectos tóxicos, tiene un fuerte impacto en la percepción de seguridad del consumidor. El agua coloreada puede:
- Disuadir el consumo de fuentes seguras si es percibida como “sucia”.
- Llevar a las personas a optar por fuentes menos seguras pero visualmente más claras.
- Indicar problemas en el tratamiento o en la red de distribución, como la presencia de algas, óxidos metálicos o material orgánico degradado.
En muchos casos, el color se detecta a concentraciones mucho menores de las que implican un riesgo para la salud, lo cual significa que es más un indicador de calidad percibida que un contaminante per se.
¿Cuál es el estándar recomendado?
La OMS no establece un valor guía de salud para el color, pero sí recomienda que el agua potable sea estéticamente aceptable para los consumidores. Según los informes, valores superiores a 15 TCU suelen ser detectables visualmente y generar rechazo, aunque esto depende del entorno y las costumbres locales.
La EWG establece un límite máximo de 15 mg Pt-Co/L.
¿Cómo se controla o elimina?
El color puede abordarse con diferentes métodos de tratamiento, dependiendo de su origen:
- Filtración y coagulación: si se debe a materia orgánica disuelta o algas.
- Oxidación y adsorción con carbón activado: para compuestos químicos o colorantes industriales.
- Limpieza y mantenimiento de redes de distribución para evitar biofilms o sedimentos que alteran el color.
¿Qué debe hacer el consumidor?
- Reportar inmediatamente cualquier cambio súbito o drástico en el color del agua.
- Evitar asumir que el color implica necesariamente toxicidad, pero mantener la vigilancia.
- No consumir agua de fuentes no tratadas aunque parezca más clara o “limpia”.
En resumen
El color del agua potable no es un contaminante peligroso por sí mismo, pero es un valioso indicador de la calidad del agua y de la confianza del consumidor. Un cambio de color puede reflejar fallos en el tratamiento, alteraciones biológicas o corrosión en la red.
Una gestión responsable del agua potable no debe centrarse únicamente en los contaminantes invisibles, sino también en las características que los usuarios perciben con sus sentidos, como el color.