Olor en el Agua Potable: ¿Cuándo es solo molesto y cuándo es una señal de alerta?
¿Qué es el olor en el agua potable?
El olor en el agua potable se refiere a la presencia de aromas perceptibles al sentido del olfato, que pueden deberse a compuestos químicos, microorganismos o contaminantes orgánicos. Aunque el olor no siempre implica un riesgo directo para la salud, su presencia puede afectar la aceptabilidad del agua y alertar sobre una posible contaminación.
¿Cómo se genera?
El olor en el agua puede tener diversos orígenes:
- Biológicos: crecimiento de algas, bacterias o actinomicetos en fuentes de agua o sistemas de distribución.
- Químicos: presencia de cloro, compuestos fenólicos, hidrocarburos, solventes o metales disueltos como hierro o manganeso.
- Materiales de las tuberías: ciertos plásticos, gomas o resinas pueden liberar compuestos que generan olor, especialmente en agua caliente.
¿Hay un nivel seguro?
La OMS no establece un valor guía numérico específico para el olor, ya que este no está directamente vinculado a efectos tóxicos. Sin embargo, recomienda que el agua no tenga olores desagradables, ya que pueden indicar contaminación química, deterioro microbiológico o problemas en el tratamiento.
En general:
- El agua potable debe ser inodora.
- Un olor puede hacer que los consumidores busquen fuentes alternativas, posiblemente menos seguras.
¿Qué efectos puede tener en la salud?
El olor en sí mismo no es necesariamente peligroso, pero puede ser una señal temprana de problemas. Por ejemplo:
- Olor a “moho” puede indicar presencia de actinomicetos.
- Olor a “huevo podrido” suele relacionarse con sulfuro de hidrógeno, que puede ser tóxico en concentraciones elevadas.
- Olor a solventes o gasolina puede advertir de contaminación industrial, con compuestos potencialmente cancerígenos como el benceno.
¿Cómo se puede eliminar?
Las estrategias dependen de la causa del olor:
- Aireación: útil para olores por gases disueltos como sulfuro de hidrógeno o compuestos orgánicos volátiles.
- Carbón activado: efectivo contra olores por compuestos orgánicos como geosmina o metilisoborneol (asociados a algas).
- Mejora del tratamiento en origen: evitar proliferación microbiana o acumulación de residuos.
- Revisión de materiales: asegurar que las tuberías, válvulas y depósitos no liberen sustancias odoríferas.
¿Qué podemos hacer como consumidores?
- Reportar cambios en el olor del agua al proveedor.
- No asumir que el agua con buen olor es segura: algunos contaminantes peligrosos no tienen olor.
- Mantener en buen estado los depósitos domésticos y sistemas de filtrado.
- En zonas con problemas persistentes, considerar un análisis del agua.
Conclusión
El olor en el agua no siempre indica un riesgo directo, pero nunca debe ignorarse. Su presencia puede reflejar problemas más profundos que afectan la calidad del agua. Estar atentos a los cambios sensoriales y comunicar cualquier anomalía es una herramienta clave para garantizar un suministro de agua potable seguro y confiable.
